Me ha costado muchísimo escribir todas estas palabras, pues llevaba aún tibio el luto de Ursula cuando me enteré de la muerte de Liliana Bodoc. La carta que le escribí a la abuela me salió casi íntegra una mañana entera en la oficina, una que consagré recatadamente a mi dolor. Pero esta despedida a Liliana fue saliendo poco a poco, enmarañada entre mis recuerdos, mis lecturas y el descubrimiento de las palabras de dolor de otros que la amaban más que yo. También, entre lágrimas que no esperé que pudiera llorar.
Si la partida de Ursula fue como si el más añoso de los bosques hubiera entrado en su último sueño, la de Liliana fue como si un rayo descendiera abruptamente, prendiendo fuego a unos árboles que aún no terminaban de entregar todos sus frutos.
- 2/16/2018
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