Rivera, Paula. "Latin American Fantasy as Heterogeneous Literature: Between Neomedievalism and Latin Americanism." The Palgrave Handbook of Global Fantasy. Cham: Springer International Publishing, 2023. 271-288.
Se ha publicado mi paper/capítulo "Latin American Fantasy as Heterogeneous Literature: Between Neomedievalism and Latin Americanism" en el libro The Palgrave Handbook of Global Fantasy (Palgrave MacMillan, 2023).
Quisiera expresar muchas cosas a propósito de esta publicación y de los sentidos y experiencias que encierra o apenas transluce.
Para facilitar la lectura de este texto, lo dividiré en tres partes: la primera corresponderá a mi experiencia académica general y sus implicancias para mi percepción como escritora, la segunda a los orígenes de las versiones tempranas de este artículo y cómo hube de cambiar mis expectativas como investigadora, y la tercera a las motivaciones y premisas del artículo en sí.
1. Mi experiencia académica y su tensión con el fandom
Como algunos saben, mi trayectoria académica ha sido extraña y muy accidentada. No fui una estudiante lumbrera de pregrado: tenía notas decentes en general, pero nunca destaqué en nada, como suele suceder. La escuela donde me formé, el Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la PUCV, es prominente por estar orientada a la Lingüística, campo que no me interesa y en el que no tengo habilidad. Además, la línea de trabajo de la escuela era la literatura chilena e hispanoamericana, como sucede con todas las universidades nacionales, y claramente yo tampoco tenía mucho que hacer ahí.
Nunca me planteé continuar enseguida mis estudios académicos por una mezcla de clase social y circunstancias: dedicarse exclusivamente a estudiar es un privilegio en este país si no eres de buena situación económica, y yo tuve que asegurarme el sustento tan pronto egresé. Por lo demás, el pregrado tampoco me presentó la vía académica como una posibilidad real. A nosotros nos preparaban ante todo para ser profesores de Lenguaje. Quienes siguieron en el mundo académico lo hicieron porque tuvieron la suerte de interesarse en los temas de moda y dominantes (latinoamericanos), lo que les facilitó dedicarse a ellos y, seguramente, contar con el apoyo de los docentes indicados. Yo me llevaba bien con algunos profesores, pero nunca se me ocurrió pedirles orientación en torno a estos asuntos, y supongo que ellos tampoco me vieron nunca como una candidata razonable para continuar estudiando.
Recién en 2014 retomé los estudios cuando pude, a través de una beca del Fondo del Libro, cursar un Diplomado de Literatura Infantil y Juvenil virtual en la PUC, mientras seguía trabajando en oficinas. Años más tarde, cuando ya había hecho un recorrido personal en torno a la investigación literaria centrada en la Fantasía, reconecté con la idea de continuar con estudios de posgrado. No obtuve ninguna beca esta vez, así que trabajé a jornada completa (45 horas) para pagar los primeros años del Magíster en Literatura de la Universidad de Chile. El año que dediqué a la tesis, cuando ya había pagado todo, solicité una rebaja a media jornada, y así pude terminar el posgrado.
¿Cómo se relaciona esta trayectoria con mi ser Fantasista? Bueno, he comentado antes que el pregrado fue una suerte de Edad Oscura para mí: no solo sufrí un montón por asuntos personales privados, sino que también me alejé bastante de la Fantasía durante todos esos años por falta de estímulos relevantes. Se dice que usualmente estudiar Literatura mata a muchos embriones de escritores, a menos que escriban justo desde lo que se valida en la academia o en ciertos espacios culturales afines, y si bien ese no fue mi caso (nunca dejé de escribir, y mi carrera era Pedagogía, no Literatura en sí), igualmente me afectó bastante.
No fue sino hasta después de egresar que retomé mi interés juvenil por la Fantasía, y ya no solo escritora, sino también como aprendiz de pensadora. Entonces comencé darle un énfasis más teórico y crítico a mis aproximaciones a la Fantasía, lo que fue muy mal recibido por el fandom local, que aborrece estos enfoques si no los benefician directamente. Cuando me animé a hacer el Magíster, fue porque creí que necesitaba fortalecer mis conocimientos académicos para seguir pensando, lo que al final resultaría en una idea que descubriría errada, pero no del todo inútil.
El estudio universitario no me enseñó absolutamente nada sobre Fantasía, pero sí me entregó herramientas y mecanismos operativos generales para buscar, estudiar y aprender por mi cuenta sobre Fantasía según las corrientes académicas históricas y vigentes dedicadas a ella, prácticamente todas trabajadas en inglés y en contextos primermundistas.
Sin embargo, durante todos esos años de formación esparcida en el tiempo, me pregunté más de una vez si no debía renunciar del todo a la investigación. Una de las razones más incómodas fue por la recepción de los escritores del fandom. Estaba cansada de que algunos se colgaran de mi modesto trabajo académico para omitir mi dimensión de autora/artista, obviamente la más importante de mi identidad como Fantasista. Es decir, que solo me vieran como una “literata” (sustantivo que algunos usan de manera despectiva antes que descriptiva) y no como una “escritora” propiamente tal. Por otro lado, también me vi juzgada, como si por haber estudiado Literatura fuese el pináculo de la arrogancia y el conocimiento (?), cuando soy una hormiga en ambos aspectos frente a cualquier académico real y profesional. Más de una vez me tocó ver que usaban eso para invalidar mi propia literatura y mis ideas y críticas en torno a la Fantasía, siendo que uno no necesita ir a una universidad para tener el derecho y la obligación de pensar.
Ante este panorama, me pregunté si estas desagradables experiencias cesarían si renunciaba a la investigación. Pero luego desistí de esa idea. ¿Por qué debía yo mutilar una parte de mi ser Fantasista por culpa de reduccionismos ajenos? No era justo.
Lo que muchos simpatizantes del fandom parece ignorar, así sean solo lectores o escritores, es que el mundo académico en sí está en una situación lamentable. Presenta múltiples precariedades, tanto a nivel de condiciones de vida y de trabajo para casi todo tipo de investigadores y docentes (sobre todo humanistas no primermundistas) como a nivel de calidad y originalidad de pensamiento y conocimiento.
Esas son las cosas que realmente deberían suscitar críticas, porque además eso también redunda en el hecho de que las ficciones imaginativas (principalmente la Fantasía) no tengan espacios adecuados para desarrollarse en esos campos. Si hay pocos recursos, se prioriza lo dominante, por supuesto.
Cuando la gente agrede y ridiculiza los escasos esfuerzos que personas como yo tratamos de hacer con las herramientas de la academia, pero fuera de ella, lo único que están logrando es empobrecer el nivel de discusión en torno a la literatura que supuestamente les interesa, lo que la deja a plena merced del embrutecimiento y bastardización del mercado. Que algunas personas sí deseen esto es algo de lo que no me cabe la menor duda, pero sería bastante deprimente que al final fuesen muchas.
La academia y los académicos profesionales e instalados en el sistema (con tenure; no sé cómo se dice esto en español, perdón) seguirán donde mismo, y seguirán despreciando la imaginación literaria. Seremos nosotros, los desenraizados y precarizados, los que seremos silenciados, y ya no solo por estos sujetos poderosos, sino también por gente que debería ser nuestra aliada (o que al menos no debería tener motivaciones para atentar contra nuestro trabajo).
Con todo esto no me refiero a que no se puedan criticar nuestras ideas, desde luego, pero en muchos de estos reparos a las mía ha habido más aversión anti-intelectual que crítica, más desprecio emocional que disentimiento racional.
Querer estudiar, teorizar, criticar y repensar la Fantasía es también, al menos para mí, una forma de expresar mi amor por ella, en la línea de algunos de mis maestros Fantasistas, como el propio J.R.R. Tolkien. ¿Por qué eso resulta tan difícil de entender, por qué despierta tanto rechazo? Es un triste misterio para mí.
Bien: en todo este complejo contexto de tensión y cuestionamiento se inscriben las primeras trazas de este artículo.
2. Orígenes tempranos del artículo y reformulación de mi camino investigador
La experiencia del Magíster fue una experiencia más bien abrumadora y un tanto violenta. Aprendí bastante en algunos cursos, y me llevé una buena impresión de determinados profesores, pero en otros contextos sufrí mucho. Los campus universitarios tradicionales ya son espacios hostiles en sí mismos, pero claramente lo son más para los neurodivergentes menos proclives a ceder ante la norma.
En fin: en medio de esos complicados años, tuve la oportunidad de cursar la asignatura “Teoría latinoamericana”. Como podía armar mi propia malla de cursos, traté de elegir siempre asignaturas teóricas o que abordaran literaturas europeas, porque no tenía ninguna intención en seguir con el enfoque latino-hispanista que ya había padecido en el pregrado. Pero este curso me pareció una buena opción de bisagra, y me animé a tomarlo. A diferencia del pregrado, ya no me iba a dejar arrastrar por la corriente de las modas o las mayorías: estaba determinada a usar cualquier herramienta en mi camino y darle la forma de Fantasía que se merecía en mis manos.
Al margen de algunos roces del curso, la verdad es que aprendí cosas nuevas que no había estudiado en el pregrado y llegué a renovar mi propia impresión sobre la tradición de pensamiento hispanoamericano. Entonces, me propuse usar algunos conceptos y teorías como marco para pensar y analizar la Fantasía que me interesaba y con la que pretendía trabajar mi proyecto de tesis.
El trabajo de fin de curso que presente en la asignatura fue la semilla de este paper que ahora publico en el libro publicado por Palgrave MacMillan.
Aunque el artículo obtuvo una excelente calificación (por si a alguien le interesa saber estar cosas), no “convenció” a uno de los profesores. No recuerdo ya por qué; tampoco importa. Solo quiero dejar registro de que no fue una propuesta bien recibida al margen de su calificación concreta. Lo valioso para mí fue aprobar la asignatura de buena manera y llevarme ese corpus teórico para mis pensamientos autónomos respecto a la Fantasía.
La segunda forma de este paper fue el artículo divulgativo “La idea de una 'Fantasía latinoamerica'”, publicado en mi proyecto web Vagalumbre, cocreado junto a Emilio Araya.
Este texto tuvo una anécdota desagradable homóloga a la anterior en cuanto a su recepción. Respecto a esto, solo quiero dejar registro de que tampoco fue una propuesta bien recibida para cierto tipo de escritor de género. Uno al que, al parecer, solo celebra el trabajo académico en la medida en que este valida su literatura y la de sus amigos, y que tiene una visión pobre y despectiva de cualquier esfuerzo que las omita. O que se tome de manera excesivamente personal una mirada crítica que al menos yo, en aquel texto, pretendí ofrecer sobre el panorama general de Fantasía en Latinoamérica y sobre mi propio proyecto de escritura.
En parte por recibir rechazo tanto de las academias como de los fandoms, y en parte por la propia precariedad del medio, fui reduciendo mis expectativas de trabajo investigativo. Ante todo, esta es una labor que consume mucho tiempo y energía y que no entrega ningún beneficio económico si no estás adscrito ya a una universidad. Es realmente algo que he hecho por amor e interés hacia la Fantasía, pero a veces eso no es suficiente: tengo un hogar que sostener, y proyectos personales (no solo literarios) que me son mucho más importantes o urgentes.
Así que he seguido investigando, y creo que quiero seguir haciéndolo, pero de maneras muy acotadas y sin grandes expectativas o ambiciones. No creo que ya poder llegar a ser nunca una investigadora académica propiamente tal: es incierto que pueda algún día cursar un doctorado, por razones muy diversas (no todas intuibles en este texto), y no tengo suficientes herramientas teóricas o discursivas para escribir académicamente desde el sistema, de una forma validada.
Sí considero relevante poder llamarme aún “investigadora independiente”, porque no tengo ni tendré hogar académico, y todo lo hago prácticamente yo sola. La labor investigativa, por lo demás, no es algo de lo que debiera adueñarse el mundo académico, que sigue siendo una plataforma de exclusión, sobre todo en Chile. Todos podemos investigar. Todos podemos (y deberíamos) pensar y repensar la disciplina que amamos. Todos podemos (y deberíamos) ser capaces de expresar nuestras ideas únicas o dialogantes sobre nuestra disciplina.
En el contexto de estas intervenciones académicas esporádicas de lo últimos años, vi un curioso CFP abierto en Academia.edu, que justo calzaba con mis intereses y mi trabajo reciente: una convocatoria de artículos en inglés para conformar un libro sobre teorías de la Fantasía y expresiones internacionales de la Fantasía (no solo anglo). El proyecto se titulaba originalmente International Fantasy - A Reader y fue coordinado por las investigadoras Elana Gomel y Danielle Gurevitch.
Así que preparé un abstract/resumen y lo envié. La propuesta fue aceptada y se me dio luz verde para escribir el artículo en cuestión. Yo no soy bilingüe y no tengo ninguna certificación de idiomas, pero puedo escribir no ficción en inglés (muy lento y con errores), así que emprendí la tarea como un desafío. Van mis agradecimientos públicos a mi esposo por corregir el manuscrito final y por ayudarme a reescribir por completo la parte de cierre, que implicaba abordar un enfoque y un estilo académico que no domino (el de los estudios culturales).
El texto, tras un par de revisiones de los editores, fue aprobado y publicado.
Un texto que, como se ve en su recorrido en sus versiones tempranas, fue mirado en menos tanto por la academia como por el fandom. Pero persistí en él y en sus ideas y arribé a punto que no hubiera esperado: que llegara a ser publicado en un libro editado por la editorial Palgrave MacMillan, muy conocida en el ámbito académico.
Ante esta situación, alguien podría pensar que se trata de alguna venganza o revancha involuntaria, una demostración irrefutable de la valía de mi pensamiento ante los que no creyeron en mí, o que incluso me maltrataron en el proceso. Pero en realidad no tiene nada que ver con esto. No es así como he estado procesando esta vivencia.
Este ha sido un triunfo muy íntimo a pesar de todo, como he tratado de sentir cada uno de mis logros recientes. Yo hice esto casi sola. No tuve ningún apoyo de ninguna universidad, nunca se me pagó para dedicarme a esto. En la filiación de mi texto, por lo mismo, no aparece ninguna institución. Muchas de mis fuentes fueron alternativas, porque no tenía accesos legales a bases de datos, ni dinero para comprar el corpus teórico. Escribí además el artículo en un entorno muy poco silencioso y favorable al pensamiento reposado, en un hogar que no era el propio y que estaba pasando por sus propias debacles, a su modo más duras que cualquier tragedia académica.
Es decir, fue un contexto de trabajo muy precarizado y dificultoso, pero igualmente logré salir adelante. Eso es un pequeño orgullo personal, aunque a estas alturas me cueste ya valorar esas cosas.
Pero, antes que todo, lo importante es que a través de este trabajo pude rendirle mis respetos a Verónica Murguía y a Liliana Bodoc, Fantasistas que me han enseñado tanto. Pude, también, reconciliarme en parte con mi propia tradición latinoamericana. La academia es lenta, pero mis autorías lo son más: esto, que empezó apenas como un paper, algún día llegará a mis palabras literarias, a mi propia Fantasía, pero tardará un montón. Y aun así, es un primer paso que debo celebrar.
Se supone que el doctorado es el verdadero inicio de la carrera académica. Yo siempre lo he pensado, en realidad, como una suerte de cierre simbólico. Si no puedo vivirlo para ese tipo de clausura, al menos puedo pensar este paper como el cierre real de mi trabajo investigativo con la Fantasía latinoamericana, específicamente con las autorías comparadas de Murguía y Bodoc. No sé si será así al final, pero de momento no importa: es un hito personal en sí mismo.
El horizonte sigue lejano y difuso, como debe ser, y por ahora está bien.
3. Motivaciones y premisas del artículo
Desde que empecé a interiorizarme y participar en instancias académicas angloparlantes-primermundistas, noté que existe una curiosa categoría de personas. Son estas personas que, teniendo ascendencia o tradición cultural latina, han sido socializadas mayormente como primermundistas y/o escriben y hablan a la perfección en inglés y viven en países europeos o en Estados Unidos. Cuando se habla de literatura imaginativa latinoamericana, muchas veces se habla de lo que escriben y leen esas personas, ya insertas en el centro hegemónico del mundo. Pasa algo similar con personas de ascendencia oriental, o de otras culturas no metropolitanas. Cierto es que ellas mismas son todas un tanto periféricas, pero pueden usar las “armas del amo” e, incluso, destacar (aunque no lo pretendan ni lo deseen) por el “exotismo” de sus propuestas ante mercados neoliberales genéricos.
Como Fantasista chilena y latina que no es bilingüe y que jamás ha salido del continente por falta de recursos, este tipo de personas me resultan algo sospechosas. Quiero decir: sí, existen, necesitan más espacio, tiene sus propios problemas. Bien. Pero ¿qué pasa con los escritores imaginativos latinos que escriben en español y que viven en Latinoamérica? Pareciera ser que el Primer Mundo es completamente indolente ante su mera existencia, a menos que se los traduzca al inglés y se vendan en editoriales primermundistas. Es decir, a menos que poco más y se los lleven a la puerta de la casa.
He visto eso, a menor escala, incluso en España: aunque con ella no tenemos la barrera del idioma, a algunos españoles parece costarles un montón valorar autores latinoamericanos que no han podido ser ingresados con éxito a sus propio ecosistema de editoriales independientes de género. Y no por las dificultades logísticas inherentes a la distribución internacional, algo entendible, sino porque aparentemente no demuestran mayor interés siquiera en recordar que España no es el único país en que se escribe y lee literatura en español.
En fin: cuando quise comenzar a estudiar las obras de Murguía y Bodoc, lo hice desde esta base. Me llamaba la atención que, siendo ambas grandes escritoras, tuvieran una nula recepción allende sus países de origen, o al menos nuestro continente. Bodoc incluso fue traducida al inglés, pero pasó con más pena que gloria en esa edición. ¿Por qué? Misterio. Pero yo quería que fueran más conocidas en públicos diversos, y uno de ellos era el académico del Primer Mundo.
Mi lectura en paralelo de ambas, de hecho, me hizo encontrar al fin exponentes (de calidad) de dos programas o líneas estéticas aparentemente opuestas en torno a la escritura de Fantasía en Latinoamérica: la latinoamericanista, encarnada por Bodoc, o la (neo)medievalista, encarnada por Murguía.
La postura más floja, anti-intelectual y chauvinista ante esto es suponer que la literatura de Bodoc es inmediatamente superior y “original” solo porque trabaja con un imaginario latinoamericano. Personalmente, eso me parece absurdo. Esto no se trata de un duelo de ideologías culturales, sino de valoraciones estéticas. Me interesaba más bien ver qué había de valioso en la historia de Bodoc como obra de Fantasía, cómo trabajaba la materia de nuestros pueblos originarios, cómo se apropiaba de la “lengua del colonizador” (nuestro español idiosincrático). Del mismo modo, me interesaba ver cómo Murguía podía reapropiarse de un imaginario tan “lejano” a nosotros como esa Edad Media ficcional que solo tuvimos a partir de historias ajenas, cómo lograba ser pese a todo latina en su aproximación desde esta materia ajena, qué podía aportar como escritora mexicana a la nutrida tradición de Fantasía medievalista, generalmente cultivada con mayor grandeza por autores europeos.
Como marco de referencia, trabajé con algunos conceptos o pensamientos teóricos de algunos intelectuales latinoamericanos, principalmente los del indigenista Antonio Cornejo Polar en torno a las literaturas heterogéneas, que él planteó en torno a la literatura indígena y su tensión con la literatura metropolitana y dominante.
Probablemente los seguidores de este señor me mirarían con espanto si supiera que hice esto con sus ideas, pero bueno: ¿no hablan siempre los académicos de “crear conocimiento”, cuando varios de sus propios trabajos son ante todo un mosaico de citas ajenas pegadas con jerga, sin ningún pensamiento realmente original o desafiante entre líneas? Pues bien: aquí hay un intento de eso. Fallido o no, eso no es lo importante. El pensamiento está para movernos a caminar, no necesariamente para llegar a alguna parte o ser los primeros en llegar a ella.
Volviendo al artículo, el resumen original no lo escribí yo, y por eso no se corresponde con lo que yo creo que es el verdadero eje del texto.
Digamos que este sería el resumen/abstract que yo hubiera incluido (lo escribiré en español, pero pueden encontrar una versión extendida en los párrafos finales de la introducción de mi artículo):
En este artículo, propongo que la fantasía latinoamericana puede ser leída como una expresión de la literatura heterogénea propuesta por Antonio Cornejo Polar, pues suele narrar desde el intersticio entre dos mundos: la identidad cultural de su propio continente y la influencia artística de Europa. Si bien esta tensión se ha estudiado y discutido mucho ya en Latinoamérica, me interesa transferir esta discusión a la fantasía, una literatura periférica y despreciada en el continente, con el fin de fomentar el pensamiento del género.
Mi postura es que la fantasía latinoamericana se está desarrollando principalmente a partir de dos líneas: latinoamericanismo y neomediavalismo. En este artículo, las analizo respectivamente a través de las sendas obras Loba (2013), de Verónica Murguía, y Los días del Venado (2000), de Liliana Bodoc.
Curiosamente, mis grandes esperanzas con este artículo son homólogas a las que siento ante toda liberación de mi literatura: que lleguen al corazón y mente adecuados. Que un estudiante o investigador dé con estas palabras y las incorpore a su propio trabajo de palabras, así sea para discutir o dialogar con mi postura. Que mis palabras lo hagan pensar por un momento, ya no como académico, sino como persona con un intelecto en floración. O, mejor aún: que se despierte en él o ella el interés por leer la obra ficcional de estas dos escritoras. Que las lea, que le gusten, que las ame. Que siga escribiendo de ellas, para así llegar a otros.
“Pobres de nosotros si olvidamos que somos un telar”, escribía Bodoc.
Que estas otras palabras mías, aunque no sean de ficción, se unan entonces a ese tejido que nos constela a todos en nuestro interés o amor por la Fantasía.
- 6/19/2023
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