Reflexiones sobre mi participación en el I Encuentro de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción
1/03/2018
Tanto en la víspera como en los días que siguieron a la realización del evento, descubrí con sorpresa que muchos escritores y lectores habían reconocido la existencia de este encuentro, habían asistido por lo menos a una mesa y que, en algunos casos, habían escrito sobre ella en sus blogs o en sus redes sociales. Esto me llevó a pensar que podía hacer lo propio aquí, más que nada para permitirme desarrollar algunas reflexiones que había esbozado a propósito de nuestra participación. Tampoco creo que estas reflexiones a posteriori importen a alguien, pero me permiten registrar una experiencia y, sobre todo, un estado de la cosa, bajo mi percepción personal.
Partiendo por el comienzo más temprano, debo confesar que, tan pronto recibí la convocatoria, me sorprendí mucho por el alcance que pretendía el encuentro a través de la coletilla “internacional”. Que yo supiera, nunca se había organizado algo así en nuestro país, cuando en otros países hispanoparlantes ya era una suerte de pequeña tradición, así que en principio todo parecía promisorio. Sin embargo, hubo un detalle inicial que mantuvo mi pesimismo natural: el cartel de difusión. ¿Cuál era su problema? Ninguno, realmente. Por cierto que me parecía bastante más agradable a la vista que otros carteles de eventos académicos, pero mis reparos no iban por el diseño, sino por el mensaje que se transmitía a través de él.
El cartel, como pueden ver al inicio de la entrada, representa como figura protagónica una criatura cthulhulienta. Por supuesto, por razones que no termino de compartir, la gente idolatra a Lovecraft y a su Cthulhu. En ese sentido, la ilustración representaba un interés popular, casi masivo, en la comunidad amante de la literatura de género, lo que probablemente apuntaba a derrumbar el prejuicio de que esta literatura es un gusto minoritario, acorralado. Pero este interés, al mismo tiempo, ha sido la ruina en la promoción de otras estéticas de la imaginación, por su casi imbatible hegemonía en los medios. En otras palabras, la criatura cthulhulienta orillaba los múltiples alcances que podía alcanzar ese concepto aún tan confuso de “literatura fantástica” hacia aquello que tradicionalmente se yergue como su única acepción validada: lo fantástico.
Es decir, estábamos ante el mismo problema de siempre.
Es decir, estábamos ante el mismo problema de siempre.
Pensando que esta lectura podía ser solo una paranoia mía, me volví hacia los ejes temáticos propuestos… y mis sospechas se confirmaron. Adjunto la lista completa a continuación.
Fuente. |
Destaca en estos ejes el pretendido equilibrio entre fantástico y ciencia ficción y los diferentes enfoques sugeridos. Pero destaca también, en un sentido negativo, la inexplicable inclusión de la Fantasía bajo el eje menos lógico: el de la ciencia ficción. ¿Por qué, cómo? ¿En qué sentido podría considerársela un “género limítrofe” o un subgénero de la CF, si el desarrollo de ambas literaturas surge de manera muy diferenciada, por contextos y motivaciones estéticas distintivas?
Por lo demás, destaca igualmente el uso del término “fantasy”. Nunca me he dedicado a rastrear esta conceptualización, pero hasta ahora la referencia más antigua que conozco es la de la traducción de la obra de Rosemary Jackson, Fantasy: literatura y subversión (1986), en una editorial argentina. Como sabemos, en Argentina se le llama fantasy a la Fantasía, y aun cuando ese término es lo bastante explícito como para ¡al fin! dejar claro que se trata de uno distinto a lo fantástico, no termina de convencerme. Usar un término en inglés para un tipo de literatura en perpetuo asedio por los localistas anglofóbicos no parece la mejor idea para promoverla. Por otro lado, la preferencia por un concepto en inglés también podría tender a invisibilizar toda obra de Fantasía que no haya sido escrita originalmente en aquella lengua, algo inaceptable.
Mi desconcierto al ver los ejes temáticos y sentir que no calzaba en ninguna parte. (Dramatización) |
En fin, perpleja ante lo que había descubierto, me animé a escribirle al comité organizador. Desde luego que tenía intención de participar del encuentro, pero bajo semejantes ejes no tenía ninguna posibilidad. Mis lecturas, mis estudios y los modelos teóricos a los que adscribo jamás habían siquiera considerado que la Fantasía podía ser un tipo de ciencia ficción. Por fortuna, el comité despejó amablemente mis dudas de participación, en el sentido de que los ejes solo eran orientadores, y no desestimó el planteamiento inicial de una propuesta centrada solo en Fantasía.
Así fue como Emilio y yo enviamos nuestro resumen, el que fue aceptado. La ponencia que preparamos, titulada “Rescatando a la hermana olvidada: la fantasía bajo el dominio de la ciencia ficción y lo fantástico”, sería una síntesis teórica de algunos de los aspectos más importantes que habíamos ido conociendo, estudiando y analizando de la Fantasía como estética literaria a lo largo de los años que llevamos amándola. Abarcamos orígenes, propiedades estéticas, distinciones literarias respecto de lo fantástico y algunas proyecciones sobre su estado invisibilizado tanto por la institución académica latinoamericana como por el propio fandom.
Como siempre, preparamos en paralelo una exposición de diapositivas, con esquemas y punteos, y dividimos nuestras intervenciones según nuestro trabajo en una u otra área, con algunos diálogos planificados. Esta preparación me parece sumamente importante, pues he asistido a unas cuentas ponencias en mi vida académica y me he aburrido mucho en casi todas. Aun en aquellas que de verdad me interesaban, me costaba retener la atención durante toda la lectura. Ese, precisamente, creo que es el problema: que la gente lleve su texto a leer durante veinte minutos (y por lo general más: hay que ver lo poco que le importa a muchos académicos tomarse el tiempo antes de presentarse). Textos, además, escritos como artículos o informes académicos, es decir, con oraciones largas y plagadas de subordinadas, muchos conceptos específicos por doquier, citas incrustadas que no son introducidas de ninguna forma, etcétera. Y eso sin considerar aspectos paraverbales como el tono o timbre de la voz, su volumen o dicción.
Como yo leo pésimo en voz alta y mi voz de lectura es casi un murmullo, me acostumbré tempranamente a preparar exposiciones orales con apoyo visual siempre que pudiera (o alcanzara). Como además mis trabajos solían ser para minorías y no para seguidores de la academia normie, sentía que podía tomarme más libertades para acercar mi exposición a una clase algo más dinámica en lugar de una lectura sin emoción, para los mismos tres o cuatro entendidos. Si el público asistente ha acudido a aprender y no por compromiso o inercia, esta parece ser de las mejores opciones.
Esa fue, justamente, nuestra experiencia.
La Fantasía no es una literatura nueva, pero su interés académico sí es bastante reciente, y en Chile podríamos decir que en parte surgió con lo que nosotros tanteamos en Fantasía Austral. Con la desintegración del colectivo, actualmente los únicos que trabajamos de manera exclusiva con ella parecemos ser Emilio y yo, ambos ya muy apartados de mundillos, fandoms y de gente en general.
Bajo ese contexto, no sabíamos con qué tipo de público nos encontraríamos. Participaciones anteriores en conversatorios nos habían supuesto gratas sorpresas, pero cada exposición es una aventura en sí misma, y ya sabemos que no todas las aventuras salen bien. Pero un primer indicio positivo fue lo mucho que disfruté hablando de lo que amo con alguien que también lo ama. Un amor triple, como la Trifuerza. La gente puede ser muy receptiva cuando percibe que lo que estás exponiendo es algo que amas y no tu trabajo o tu compromiso. Es más, la gente común no está obsesionada con amarguras propias de la academia, como las problematizaciones, las tensiones o "negarse a seguir el diseño del texto". A veces hay que entender que uno no ocupa un espacio académico para introducir problemas, sino para continuar compartiendo una lectura que en un principio se hizo por amor, para darla a conocer. Y en el caso de la Fantasía, cuando ni siquiera se tiene claro qué es, ¿qué se va a problematizar? Hay que partir por las raíces, vaya...
Bueno, en general, los asistentes resultaron muy interesados, planteando preguntas muy buenas al final de la exposición y que daban pie para sabrosas digresiones (por ejemplo, mi recomendación excesivamente entusiasta de Jonathan Strange & el Señor Norrell). Algunas de ellas, de hecho, daban cuenta de que habían estado atentos a nuestras palabras, con lo que nuestra metodología se validó como efectiva. Era este un público muy heterogéneo, por lo que comprendimos al final de nuestra intervención, desde estudiantes de letras a gente que deseaba estudiar esa licenciatura (¡Pobres! Ojalá sobrevivan a la dictadura del realismo), desde estudiantes de diseño con un interés fabuloso por la ropa y su potencial en la Fantasía a lectores casuales, críticos o especializados. Pero todos compartían algo: era un público que no necesariamente sabía tanto sobre la Fantasía misma, pero tenía la voluntad de conocer, descubrir y explorar más. Espero sinceramente que nuestra exposición les haya gustado tanto como pareció, y que ojalá abra nuevos derroteros en sus intereses y amores ya conocidos.
Ahora van algunas críticas específicas de la experiencia, que surgieron a partir de reflexiones durante y tras la exposición.
Para empezar, el título de nuestra ponencia resultó tristemente acertado, considerando que, de las sesenta ponencias en programa, el único trabajo de Fantasía que finalmente se expuso fue el nuestro. Desde luego, en nuestra mesa había más trabajos, pero terminamos llegando solo Emilio y yo y una ponente argentina, que por alguna extraña razón fue asignada a nuestra mesa a pesar de que su ponencia se centraba claramente en lo fantástico, con visos de maravilloso. El resto de las propuestas, una dedicada a la figura del dragón y otra a la magia simpática en la obra de Patrick Rothfuss, no se expusieron, la primera porque se eliminó del programa definitivo y la segunda porque la ponente, al parecer, no pudo asistir por motivos de enfermedad. Es decir, si nosotros no llegamos, ¡la Fantasía se queda sin voz, nada menos que en el I Encuentro de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción de Chile!
Podríamos plantear en principio que esto pudo deberse a la estrechez de los ejes temáticos propuestos, pero la presencia inicial de estas otras ponencias temáticas da cuenta de que esto no tendría por qué haber sido una barrera real. Vamos, yo escribí preguntando si era válido mi enfoque. ¿Qué pasa, entonces? Parte de los problemas que detecto los expuse en la propia ponencia (espero desarrollarlos por escrito más adelante), pero también creo que está bien hacerle más caso a las intuiciones y corazonadas, y lo que dicen las mías, a propósito de años en este circo, es que simplemente, y contrario a lo que se piensa por su éxito mercantil, la Fantasía no interesa como expresión literaria, y menos su pensamiento crítico.
Una prueba de ello es que ningún escritor chileno publicado de Fantasía (o al menos ninguno que yo reconociera) asistió a la mesa de Fantasía, en circunstancias de que al menos algunos sí se hicieron presentes en el ciclo de lecturas, paralelo al evento académico, para compartir sus textos y hablar de sí mismos. En cambio, otros escritores, de lo fantástico y ciencia ficción, asistieron a ambas instancias. Insisto: ¿qué pasa? Si la Fantasía no interesa realmente, o no tanto como sus estéticas hermanas, ¿por qué? ¿De dónde viene esta indiferencia a la expresión superior de la imaginación y a todo lo que ella implica, además de escribirla como ficción y venderla? ¿Y qué es entonces lo que busca la gente que hoy está escribiendo y publicando Fantasía en Chile, además de vender sus libros? Como autora, nunca he podido entender la disociación entre pensamiento y escritura literaria. ¿No necesitas pensar tu arte para escribir?
Todas estas preguntas son demasiado complejas como para responderlas aquí, pero quedan apuntadas.
Otro aspecto criticable, pero a la vez comprensible dada la organización de las mesas, es que la única mesa de Fantasía solo se llamaba así. Bueno, no: se llamaba “Fantasy”. A lo que voy a es que, si echamos un vistazo al programa, todas las otras mesas llevan nombres explicativos, que detallen el enfoque discursivo o temático de las ponencias incluidas. No son nunca “Literatura fantástica” o “Ciencia ficción” a secas, sino acopladas con teorías de género, narrativa gráfica o intermedialidades. Otras manifestaciones son aquellas que refieren a una acotación territorial o geopolítica, o a la especialización de un autor en particular. ¿Por qué la Fantasía aparece sola?
Me aventuro a plantear que, en principio y en general, es porque aún no se la conoce ni se la entiende muy bien. Si no conocemos los rudimentos de una expresión literaria, no estamos al tanto de sus alcances o potencialidades de estudio o análisis. Desde luego, si la contemplamos como un subgénero de la ciencia ficción, no es mucho lo podría abordarse de ella como literatura autónoma. Por otra parte, al no existir un eje temático específico para ella, las pocas ponencias que sí apuntaban a la Fantasía resultaron muy variadas: la nuestra, eminentemente teórica; la del dragón, centrada en el análisis de una figura simbólica; y la de la magia simpática, centrada en el trabajo de un autor concreto. ¿Qué es lo que comparten todas? Claro, que hablan de la Fantasía…
Desde luego que esto es un problema. No solo se produce una invisibilización de la Fantasía misma como concepto, sino de sus ingentes y variados reinos. ¿No habría sido aquella una excelente oportunidad para presentar expresiones de la Fantasía alejadas de la épica, por ejemplo? ¿O para abordar la Fantasía infantojuvenil que llega camufladamente a los planes lectores, grandes obras perdidas por la impericia docente y del propio curriculum? ¡Y qué pasa con el cuento de hadas moderno! ¿No es también una expresión imaginativa? ¿Por qué, al momento de hablar de “fantasía”, pensamos primero en Cthulhu antes que en los cuentos de Andersen?
¿Y qué es de la aún incipiente Fantasía nacional? ¿Es que a nadie le interesa realizar lecturas comparadas o de close-reading de los trabajos de autores contemporáneos como Alberto Rojas, J.L Flores, Camila Valenzuela o Alejandro S. D’Alessandri? A mí, que abjuré de trabajar o escribir de la producción chilena por malas experiencias, no, pero ¿y los demás? Apoyar a un autor no es solo comprarse su libro, sacarse fotos con él o hacerle una videoreseña. ¿Dónde están aquellos artículos, aquellas ponencias responsables y rigurosas que ayuden al escritor a ver de una forma nueva su propia obra, sin atentar contra ella?
¡Pues no están!
O no todavía, bajo una postura optimista.
¿Qué proyecciones podrían hacerse a la experiencia del encuentro, en torno a lo que me importa? No estoy segura. Estoy muy contenta con nuestro trabajo y con la buena recepción del público, pero eché en falta más compañeros de viaje, como siempre. En realidad, espero el día en que deje de preguntarme por qué la gente tiene resistencia hacia la imaginación y simplemente lo asuma como un escollo más en mi relación con otros seres humanos, algo de naturaleza invariable y que no me corresponde a mí subsanar.
¿Cambiarán las cosas a futuro, para mejor? Insisto: eso es demasiado optimista para mí. Claro que el hecho de que siga habiendo eventos de este tipo en el tiempo es una ganancia incuestionable, pero si la Fantasía continúa quedándose atrás, me temo que no es la ganancia que verdaderamente me importa. Y claro que nosotros podemos seguir trabajando, pero necesitamos más gente. Gente, en todo caso, que desarrolle un interés real y que no participe en esto solo para hacerse conocido, vender libros o hacerle la pelota a los amigos escritores de los que pueda obtener beneficios personales. Gente que entienda lo que es el acento de Faërie y no diga que cualquier texto no mimético es Fantasía.
La Fantasía, como apunté al empezar nuestra exposición, es la periferia de la periferia. Si algo he aprendido estos últimos dos años, es que muchas veces lo que parece una primera periferia solo lo es porque ha sido desplazada por lo hegemónico, no porque sea realmente distinta en valores. Muchas de esas periferias solo pretenden arrebatarle el poder a lo hegemónico y suplantarlo. Eso explica, por ejemplo, el auge de los “ñoños” como seres ahora validados en la sociedad, revelándose como personas tan anodinas como los “populares” de siempre. Y explica también la repugnante popularidad de la Fantasía más mainstream, porque buena parte de ella va a contracorriente de su ética. Pero la verdadera Fantasía sigue como un tesoro oculto, invisible a veces incluso para los ojos que sabrían aquilatar su valor.
Nuestros esfuerzos tienen que ver con la visibilización de la Fantasía, es decir, el acto de conjurarla en un espacio en el que antes no tenía cabida, o cabida subterránea. El acto de hacerla visible, presente, existente, a fin de que la gente que tenga la afinidad necesaria y que había sido apartada de ella pueda llegar a sus costas. Por eso nos animamos a participar de este encuentro, y agradecemos sinceramente la oportunidad a pesar de estos reparos, que deben entenderse como dolores. ¡Habiendo tanto por hacer, se hace tan poco, y tan pocos notan esa escasez…! A tan pocos les importa siquiera esa escasez...
Si conseguimos plantar alguna semilla de curiosidad imaginativa en nuestra exposición, una que pueda crecer como un brote en esta línea, está por verse. Quizá algo de eso veamos en algún segundo encuentro, si llegara a gestionarse. Espero poder participar de ese también, si tengo la disponibilidad y si aceptaran mi nueva propuesta. Quizá entonces podamos postular una mesa entera de Fantasía, o más de una. O quizá todo esto no sea sino un preámbulo para que nos motivemos a organizar un eventual encuentro exclusivo de Fantasía, con ejes verdaderamente específicos e inéditos, felizmente sin ciencia ficción y sin lo fantástico. ¿Llegaría alguien a la convocatoria? Misterio absoluto. Los happy few, como indica el mote, somos pocos. Pero tenemos voces, y las voces pueden crear mundos imposibles. ¡Qué nos van a contar a nosotros de eso…!
Con estas reflexiones cierro este testimonio, que termina en el mismo lugar en el que comencé, pero con una mirada distinta de lo que me rodea. Como una buena lectura de Fantasía. Porque pensar y leer Fantasía son dos caras de esa moneda única que es la escritura.
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