Uno de los finales más bellos que he leído en una historia es el del cuento "El patito feo", de Hans Christian Andersen, en el cual el protagonista, convertido en cisne, exclama: "Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era solo un patito feo". Muchos han realizado una lectura de esta transformación y sus consecuencias en un sentido literal: una persona físicamente fea que con el tiempo se vuelva hermosa. Sin embargo, para mí esto siempre ha estado más relacionado con un crecimiento de índole artística y/o espiritual, en la que un individuo marginado por la sociedad debe salir en busca de su destino en el hostil mundo exterior, hasta que las penurias del viaje logran depurar en él aquello que siempre fue y hacerle recibir la validación de sus verdaderos pares, los únicos que importan.