Personal: Primer cumpleaños de Tierra de Fay

2/07/2014

Recientemente Tierra de Fay ha cumplido su primer año de vida como sitio especializado en la difusión y el pensamiento crítico de la Fantasía. En esta entrada, a modo de pequeño homenaje, comentaré a grandes rasgos los desafíos que supone un blog de semejantes características, en un mundo al que no le gusta pensar, y menos la Fantasía.

tierra de fay

Según la fecha de su primera publicación, Tierra de Fay ha alcanzado ya su primer año de vida desde que, tras llevar un par de meses buscando plantillas idóneas y recopilando material inicial, me animara al fin a publicar este espacio como un blog.

La fecha exacta, en su momento, pasó sin pena ni gloria en mi memoria. Curiosamente por entonces nos encontrábamos en una etapa en la que abundaban los recuentos de fin de año y las expectativas para el próximo, reflexiones que por lo general prefiero mantener privadas, aun cuando el 2013 recién pasado haya sido un año particularmente intenso para mí en cuanto a victorias, pérdidas y, sobre todo, cambios y desafíos personales. Intenté, por cierto, escribir un par de textos, pero no pude terminarlos: me preguntaba constantemente si no estaría cayendo también en la tendencia de demostrarle al mundo mis logros, o bien, si no estaría volcándome a lo contrario a propósito, sonando demasiado amarga al basarme en expectativas cuyo cumplimiento no dependían sólo de mí.

Pero creo que lo que me detuvo finalmente fue lo mismo que me hace cuestionarme cada vez que estoy escribiendo un texto para Fay: ¿alguien leerá esto? ¿A alguien le importará? Por lo menos, en cuanto a artículos o temas determinados, es entendible que alguien llegue por causalidad al blog, suponiendo que lea al menos parte de la entrada en cuestión. Pero ¿llegará alguien a una entrada de celebración del primer año de un sitio como éste? ¿Es importante incluso escribir algo como eso?

Son preguntas que de una u otra forma han rondado siempre mi vida, más allá de internet. ¿A alguien le importa lo que hacemos? ¿Cree alguien en nosotros? En momento más críticos, la pregunta adquiere un matiz desesperado: ¿a alguien le importa siquiera que sigamos viviendo? Por supuesto, la respuesta es siempre sí. El problema es que quienes suelen responder acostumbran ser las personas de tu núcleo más íntimo: familia o amigos. La verdadera pregunta es si personas externas a nosotros valoran nuestros esfuerzos hacia aquello que nos importa o que amamos, y cuántas podrían llegar a ser. Y la respuesta a eso, por desgracia, depende mucho de la capacidad de sintonizar con las tendencias vigentes en nuestro contexto.

No soy una persona que esté muy inmersa en el submundo del blogging, ni conozco mucho sobre sus códigos de comportamiento. No devuelvo seguimientos ni tampoco comentarios, como no sea por deferencia hacia la persona, por ejemplo. Mi obsesión al respecto se limita a encontrar una plantilla cómoda y que me parezca agradable para alojar mi sitio en ella, buscando medios para acomodarla lo más posible a mi gusto, en lo que espero algún día poder pagarme un sitio web profesional. Incluso, la mayoría de las veces, los enlaces que tengo ordenados con todas mis colaboraciones me han servido más para fines personales sumamente prácticos antes que para ayudar al lector a encontrarlos con facilidad.

Pero dentro de los últimos meses, por diversos motivos, terminé llegando a muchos blogs distintos que actualmente podrían considerarse literarios. Había leído en muchas partes que estos estaban muriendo como medio, así que era natural esperar una baja de interés en el público, pero me encontré con realidades muy distintas: blogs con cientos de seguidores y comentarios y, en general, un movimiento muy dinámico en cuanto a concursos cruzados, difusión y publicidad. Muchos de ellos son blogs dedicados a la reseña de obras de literatura juvenil contemporánea, con un formato básico que consiste en la sinopsis de la obra y luego una breve sección titulada “opinión personal”, que expresa justamente eso, además de un sistema opcional de puntuación.

La verdad es que a estas alturas me siento muy lejana a ese modelo de blog, como autora, lectora y hasta como “bloggera”, entendido aquí únicamente como alguien que lee periódicamente ciertos blogs.

No en sentido peyorativo, claro, pues es bastante probable que años atrás, de haber conocido este mundo antes y haber contado con una red de gente interesante en él, me hubiera animado a intentar crear mi propio blog de reseñas. Pero creo que finalmente ese espacio lo vino a ocupar Fantasía Austral a fines de mi adolescencia, cuando tuve la oportunidad de saltarme ese formato escolar de reseñas y pasar a una primera aproximación de crítica. Al final, esto fue algo a lo que fui acostumbrándome en el tiempo y en cada entrada que publicaba como Alejandra Láquesis, con numerosos tropiezos y un proceso de aprendizaje que no ha de terminar. Lo único que tengo claro es que ya no me interesa transformar mi juicio en una opinión personal como la de los otros blogs, ni puedo hacerlo: tengo otras lecturas e incluso otras experiencias de vida que me impedirían hacerlo. Estamos en viajes distintos, y está bien que así sea.

Cuento esto para explicar por qué Tierra de Fay surgió con el modelo que tiene actualmente. No necesito criticar obras de Fantasía, porque eso lo puedo hacer en Fantasía Austral, lo mismo que publicar cuentos. Incluso, esto último en particular ya no me interesa tanto: cada vez siento más que el proceso de una obra es algo muy íntimo y que debería estar lo más resguardado posible, hasta el momento en que nace a través de la publicación formal, sea en papel o ebook. Los cuentos dispersos por ahí me generan ahora una curiosa sensación de orfandad que me gustaría mantener alejada de mis espacios, a menos que de verdad me motive escribir un relato para compartirlo.

Ahora bien, en Fantasía Austral he publicado tanto reseñas como cuentos… y también columnas. ¿Por qué no quedarme entonces también con éstas? ¿Existe una diferencia relevante entre éstas y las que escribo para Fay? Aparentemente no, pues ambas nacen de mi visión particular ante determinados temas de la Fantasía e incluso tienen estructuras, estilos y extensiones similares. Sin embargo, FA ha crecido y cambiado mucho en el tiempo y a veces uno desearía tener un mundo más íntimo y personal desde donde expresarse, algo que dependa exclusivamente de ti y en donde no tengas que basarte en ningún tipo de condición o característica concreta para escribir, o donde no tengas que compartir espacio con textos que, a pesar de todo, no tengan nada que ver contigo o derechamente no te interesen como propuesta de Fantasía (ni como obra en general). FA es un mundo bastante expuesto, además, y me hace sentir mucho más segura poder entregar aquí mis feanorianos pensamientos personales —que quizá no reflejen la visión del comité editorial, o incluso de los otros miembros en particular— sin el miedo de que venga alguien a insultarme por internet. Me alegra que esta gente no conozca Fay ni le interese hacerlo. Ellos no han de entrar jamás a Fäerie.

Por otra parte, tal y como lo expresé en la entrada Sobre el sitio, Fay nació originalmente como un espacio propio en donde condensar mis lecturas, pensamientos y experiencias en torno a la Fantasía a lo largo de estos ya tres años de mi regreso a ella. Por supuesto, en los inicios de un proyecto de este tipo uno no tiene aún demasiado claro el perfil que irá desarrollando con el tiempo, pero en mi caso éste no ha tenido demasiados cambios. Acaso el más evidente es una orientación más cercana a la columna y al ensayo que al artículo de difusión de conceptos, en parte porque me resulta más entretenido lo primero y porque lo segundo no ha demostrado tener mucha utilidad ni recepción o discusión en el contexto chileno de aquellos que se denominan autores de Fantasía pero que no parecen entender muy bien qué es la Fantasía en realidad o qué podría ser.

En realidad, y tras este primer años del blog y sus escasas veintidós entradas, creo que lo que más valoro de él es la oportunidad que me brinda para pensar libremente la Fantasía. No hay momento en que pueda desarrollar mejor mis reflexiones y pensamientos que escribiendo, pues siempre me ha costado mucho expresarme oralmente (y en verdad no me interesa mucho tampoco; prefiero escuchar). Así he podido identificar curiosas visiones o aproximaciones que antes no había detectado en mí, o incluso, en el caso de los artículos de difusión, organizar y profundizar conocimientos que nunca antes me había dado el trabajo de estudiar con mayor detenimiento. Todo ese proceso es muy entretenido, aunque no tenga utilidad alguna más que para mí y un puñado de personas, la mayoría de ellos gente que he conocido en el camino y que, justamente por una compatibilidad de visiones y corazón ante la Fantasía, se ha acercado a mí y viceversa.

Lo anterior, sin embargo, no es algo que podríamos considerar masivo: pensar. Pensar algo que, por si fuera poco, no es precisamente asociado al pensamiento, como lo es la Fantasía. Por un lado, está el prejuicio de la academia degradada y del lector snob o callejero; por otro, la banalidad de los que intentan a como dé lugar catalogarla como “ñoña”, una “ñoñería” hecha por “ñoños” para “ñoños”, para encubrir su propia mediocridad ante la vida. Desprecio ambas dimensiones: creo que sí es posible pensar la Fantasía, tanto de manera personal como académica, y sin caer en la ranciedad fracasada de lo que ahora se denomina “ñoño”. Es lo que intento hacer constantemente y que intento reflejar en cada entrada de Fay, a costa de comentarios y hasta lecturas, que se podría considerar como algo relevante. 

Sin duda a todos nos gustaría tener más lectores y que estos sean más participativos, pero lo cierto es que a muy pocos les importa la Fantasía de una manera tan intensa como a mí y eso hay que aceptarlo, quizá a estas alturas con mucho más orgullo que resignación. ¿Cuántas personas pueden consagrar sus vidas hoy en día a algo como esto? Me temo que no a demasiadas; pero a ellas se les nota en la mirada y en lo que dicen y escriben. Esa gente me parece tan valiosa que considero que su valía compensa que escaso número y me hace recordar una vez más que lo que importa al momento de crear y pensar mundos es lo que dicta el propio corazón.

Porque lo cierto es que no quiero escribir entradas más cortas o de otro tipo, de las que ahora son más populares. A mí me gusta leer artículos largos cuando creo que valen la pena, y no me da la gana escribir de libros juveniles, por ejemplo, menos para atraer visitas de gente que no me interesa y que probablemente tampoco esté interesada ni vaya a disfrutar lo que escribo, ya sean columnas, artículos o historias. Las personas que he conocido en este viaje y que más se pasan por acá, en su mayoría, me han visto reír, llorar, vomitar y hasta sangrar: son personas que me conocen y en quienes confío. Me gusta leerlas y discutir con ellas, sobre todo porque seguramente podré enriquecer mis propias visiones oyéndolas y porque permiten la crítica mutua de proyectos, confiando en los juicios del otro. 

El mismo hecho de estar ahora escribiendo estas cosas, un poco sacadas de contexto, me hace entender mucho de los proceso que he estado viviendo de un tiempo a esta parte con la Fantasía misma y su relación con los chilenos o incluso Hispanoámerica en general. Pero creo que lo más importante en todo esto ha de ser siempre lo que sucede en nuestro interior con la Fantasía, como lectores, autores… y pensadores. ¿Cuál es nuestra verdadera patria al final, sino el Reino Peligroso? 

Y lo cierto es que en eso mi ventana es Tierra de Fay. ¡Y es una que me gusta mucho! Desde la ilustración de cabecera recibida como un inesperado regalo (que me retrata a mí sobre un dragón, por si alguien no lo había notado), hasta el formato sobrio del blog y ahora último ese pequeño carrusel de mis obras publicadas… Prácticamente todo en Fay me resulta cómodo para escribir con amor —o en modo Noldor, que también es un acto de amor—, en algo que me resulta tan placentero a su modo como discutir y pensar en torno a aquellos mundos que me movieron a la creación del blog en primer lugar. Es la maravilla de poder empezar un blog hablando de esto y, de pronto, hacer una entrada para anunciar la concreción en la realidad de uno de tus propios mundos: la publicación de La niña que salió en busca del mar (2013). Siento una responsabilidad añadida de escribir historias lo bastante sinceras como para que su presencia en Fay no ofenda a aquellas otras que tanto amo y que aparecen también aquí.

Me siento feliz volando en mi dragón hacia las Tierras de Fay, aun cuando le esté arrojando llamas quién sabe a qué… o a quién. Aunque pensándolo mejor, resulta un alivio asumir su conducta. Se me ocurre que quizá esté incendiando a aquellos que tanto me han insultado, o a todo aquello que ha intentado humillar a la Fantasía: la visiones domesticadas, alegóricas, bestselleras, lo fantasioso (y lo “fantaocioso”), la mezcolanza ignorante con lo fantástico, el realismo mágico e incluso con la ciencia ficción, la mediocridad chilena y todas las veces en que nosotros mismos le hemos fallado alguna vez. No me importa lo que le pase a los demás con las llamas, pero al menos espero que las que caigan en mí me ayuden a purificar lo que se ha ido pudriendo, para soplar al fin sus cenizas y luego volver al camino.

Pero creo que lo más importante de esa ilustración es que me muestra volando a solas. Las decisiones más importantes en la vida se toman siempre en la más completa soledad, y a pesar de todo no me he arrepentido nunca de las mías, las verdaderamente importantes. Sé que hay otra gente volando a mi lado ahora (ustedes saben quiénes son; los adoro~), pero no deja de ser una maravilla entender que nadie, NADIE, puede montar tu dragón. Ni contar tu historia.

Por todo eso y lo que ya no cabe aquí, ¡feliz cumpleaños, Tierra de Fay! Tengas o no esta misma apariencias, te llames así o de otra forma... ¡que vengan muchos más! ♥

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4 comentarios

  1. ¡Felicidades por el primer año! :D Me agrada la forma en la que te tomas la Fantasía, que seas analítica, aunque eso sea, como tú dices, algo que se suele ver muy poco. Yo no he sido tan analítico con la Ciencia Ficción, sólo me he limitado a escribir aquello que mi corazón quiere escribir. Veo que te desagrada la mezcolanza ignorante entre la Fantasía y otros géneros. Creo que muchas mezclas dan lugar a cosas buenas, pero creo que a lo que te refieres con la palabra ignorante es a cuando se deja de lado la esencia misma de la Fantasía, ¿o te referías a otra cosa? Espero que sigas viendo al blog como el lugar donde puedas expresarte y compartir tus textos. Saludos, Paula.

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    1. ¡Muchas gracias por pasar a comentar, Damián, y por tus felicitaciones!

      Sobre lo analítico en lo que hacemos, creo que siempre es una opción muy personal al final. A veces tiendo a buscar este tipo de juicios en autores jóvenes que, como yo, están avanzando poco a poco en aquello a lo que amamos, pero también es cierto que hay otros autores, como Javier Maldonado, que dejan estos análisis en su fuero interno y se dedican a escribir otras cosas. Supongo que tú también te encontrarás dentro de ellos; en todos ustedes he visto que ya ni es necesario hacer de esas reflexiones algo público o abierto, porque se sienten claros y cómodos sobre lo que quieren escribir. Son perspectivas distintas nada más y que no afectan la sinceridad de una historia. Eso me lo dice mucho tu comentario: "me he limitado a escribir aquello que mi corazón quiere escribir". ¡Qué más cierto y bello que eso!

      Sobre lo otro que me comentas, por "mezcolanza ignorante" me refiero más bien a los intentos de aproximación teórica que parecen salidos de la nada, pasando por alto muchas personas (académicas, lectoras críticas o los propios autores que amamos) que pensaron y discutieron sobre estos asuntos que tan importantes eran y son para sus vidas.

      Lo que critico en esas palabras no es la fusión creativa de estilos para contar historias (o no existiría el arcanepunk, que incorpora magia y tecnología, por ejemplo), sino cuando la gente intenta deformar conceptos o visiones a los que otros han dedicado su vida sólo para intentar calzarlos a la fuerza sus propias historias, las que por lo general me han parecido bastante irrelevantes en cuanto a su capacidad para transformar nuestra experiencia (o sea, no son ni buena Fantasía ni buena Ciencia Ficción). No entiendo esta conducta y la repruebo, porque me parece irrespetuosa y bastante descarada.

      Por último, te cuento que el autor que más deja perpleja en cuanto a su esencia es Ray Bradbury, reconocido como autor de Ciencia Ficción, pero que a mí me produce las mismas sensaciones que un autor de Fantasía. Él sería un ejemplo de alguien que puede trascender categorías, pero sólo porque la sinceridad de sus historias es desgarradora y capaz de cambiar tu vida. ¿No lo crees? :D

      ¡Saludos!

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    2. Leyendo la primera parte de tu comentario me surge una pregunta: ¿tú te sientes clara y cómoda sobre lo que quieres escribir?

      Y gracias por aclarar lo de mezcolanza ignorante, lo imaginaba como algo más en la práctica que en la teoría. Sí, no se puede echar a la basura lo que ya está construido, sería como explicar un fenómeno físico sin tomar en cuenta la Física. Claro que es irrespetuoso y descarado, pero no sólo eso, es infructuoso en la mayoría de los casos, lo cual no significa que no se deba intentar inovar. Aún así, si se piensa inovar, tiene que conocerse lo que ya se ha hecho al respecto y no hacerlo de una manera ignorante.

      Nunca había visto el término arcanepunk, esa fusión suena muy interesante, incluso había pensado en una historia arcanepunk sin tener idea de que era un género en sí mismo.

      Bradbury es un ejemplo muy curioso, a mí me encanta y también me produce algo que me suele producir la Fantasía, o incluso otros autores de Ciencia Ficción, como Cordwainer Smith en sus cuentos de Los Señores de la Instrumentalidad.

      Creo que algo es capaz de cambiar nuestras vidas en la medida en la que tiene impacto para nosotros, y para ello tiene que haber una identificación, tenemos que sentirnos identificados. Por supuesto, algunas personas no se sentirán identificados con las historias de Bradbury o cualquier otro autor y por tanto no les causará el impacto suficiente. Tal vez lo importante y lo que destaca en historias como las que escribía Bradbury es su conocimiento de cómo nos comportamos como humanos y de las cosas que tienen efecto sobre nosotros, lo cual las haría muy sinceras, pero sólo ciertos tipos de sensibilidades se verían afectadas (no sabría decir de qué depende exactamente si una historia tiene impacto o no en alguien, quizá tiene relación con las cosas que apreciamos y valoramos, aunado a un sentido estético, no sé qué se haya escrito al respecto).

      Las historias que han impactado grandemente mi vida, como las de Philip K. Dick, han sido porque me daban la impresión de que ciertos elementos habían sido extraídos de mi propia mente, hubo una identificación inmediata, las historias eran planteamientos de preguntas que ya me había planteado antes, además que Phil tenía un buen conocimiento de cómo nos comportamos los humanos.

      Saludos.

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    3. Oh, echaba tanto de menos poder tener un diálogo por estos lados con alguien que valga la pena :')

      Sí, yo siempre me he sentido cómoda escribiendo Fantasía. Es mi hogar, después de todo. Creo que me expresé de manera inexacta en ese sentido. A lo que voy es que, como empecé muy joven en esto, lo hice prácticamente a solas. Nunca conocí a personas que discutieran o pensaran la Fantasía, ni menos chantas como los que ahora se autopublican con obras incompletas (acá en Chile y seguramente también en México). Eso lo vine a hacer mucho después, cuando ya había una suerte de "movimiento" con la Fantasía. Yo necesitaba pensarla, discutirla y reflexionar en torno a ella: eso me faltaba para sentirme plenamente cómoda, saber que estaba luchando por ella en algo más que mis obras de ficción.

      En ese sentido, creo que al menos en Javier, como él mismo ha comentado, esto no es tan necesario: él se siente pleno ya con la ficción. Tal vez sea el tuyo un caso similar.

      Quizá esto en mí sea una etapa, quizá llegue el día en que mis historias reflejen más estos pensamientos y reflexiones que estas líneas, pero por ahora me gusta escribirlas.

      Concuerdo en que es difícil determinar qué es lo que nos hace que una historia nos impacte, o en qué sentido se dé este impacto. Al menos en mi caso, cuando hablo de una historia que impacte, una sincera, me refiero, básicamente, a una historia por la que podría decidir a vivir un día más, con todo lo que ello conlleve. Una historia que me sane y que me haga ver la vida de otra forma, probablemente con más sentido y esperanza que antes. Creo que la identificación definitiva de la Fantasía (incluyo aquí a Bradbury) es hacernos redescubrir nuestra propia humanidad, infinita y a la vez tan, tan desconcertante...

      Y bueno, por último, esa sensación de conexión a la que aludes. Leer una historia de alguien que, por la forma en la que la cuenta, sabes que pensaba o sentía como tú, aun cuando ya esté muerto.

      Sentir, finalmente, que a pesar de todo no estamos nunca del todo solos y que alguien, en algún mundo o algún tiempo, pudo/podría entendernos.

      Saludos.

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